Kutno, el 11 de diciembre 2007
Carta abierta sobre la entronización de Jesucristo como Rey de la Polonia y Rey de las demás naciones del mundo.
Deseo para mi y para toda la nación polaca la entronización de Cristo como Rey de la Polonia, hecha por el Episcopado y por el Parlamento. Deseo que las demás naciones del mundo sigan estos pasos eligiendo /entronizando/ Jesucristo como Rey de su país.
Esta idea viene claramente y netamente del mensaje de mi compatriota (Jachowka se encuentra en la frontera de la parroquia de Makow) Rozalia Celakowna, transmitido por el Seńor Jesús justo antes de la segunda guerra mundial. Hace casi 70 ańos de este llamamiento de Jesucristo que pide su entronización, es decir coronación del Salvador en la nación polaca por sus poderes de Iglesia y del Estado como su REY y SEŃOR. Los demás países y naciones del mundo deberían seguir por el mismo camino, si lo desean.
Este acto cumplido al principio por la nación polaca, debe dirigir otras naciones de Europa y del mundo por el mismo camino. Todo esto debe impedir, como dice el Seńor Jesús, la autodestrucción del mundo por las guerras y catástrofes. Sólo estos países no perecerán que realicen la entronización /Rozalia Celakowna, Memorias/. Mirando la perdición de la Alemania y de muchos países de Europa Occidental, doy la voz de alarma. Como católico, llevado por el espíritu del amor de mi próximo, me siento obligado en mi conciencia de advertir las naciones del mundo, no sólo de la catástrofe, pero también de la condenación eterna. Con el alma de benjamín, como mi nación, Polonia, es una de las más jóvenes en la civilización europea, tomo palabra también como el benjamín de la familia.
¡Europa! A ti, nosotros, Polaco, te debemos la fe, la herencia cultural, los recursos económicos. Te lo agradecemos. Escucha al benjamín. Europa, te has perdido. En tu alma no eres lo que pareces. El Satán y los hijos del mal te han seducido. Perecerás, si no escuchas. Mirad Europa Oriental, dice la Madre de Dios, por la difunta sor Lucía al papa Juan Pablo II.
El rey Juan Casimiro hizo mucho de bien para la Polonia durante el periodo del diluvio sueco y la grande traición nacional, entronizando a la Virgen María como Reina de la Polonia y de la Lituania. Esto fue hecho con la gran participación de un santo polaco, jesuita Andrés Bobola. Las mismas razones de un nuevo diluvio de la desmoralización y traición de la Patria que traviesan nuestro País, hablan a favor de la elección de Jesucristo como Rey de la Polonia. Desde el punto de vista humano, no tenemos ninguna posibilidad de salir de este imperio del mal sólo con nuestras propias fuerzas. María la Reina nos lleva de esta manera hacia Cristo Rey. Intercesora de las gracias, esta vez también dará culpabilizará a los que hacen el servicio infame.
Por la obra de la entronización se entiende la aprobación de la ley Divina como superior a la ley del Estado y que deben tomar en cuenta también los dirigentes: el presidente, el gobierno, el parlamento y el cuarto poder los mass-media, pero también los que después de los siglos dirigen el mundo sin ninguna consideración por Dios ni por hombre. Sólo la entronización, bien introducida, da una oportunidad al desarrollo apropiado del País. El mal principal (…) es el esfuerzo indigno y criminal de privar Cristo de su Poder Real, escribió Pío XII en su encíclica Summi pontificatus. Se trata no sólo de su dignidad expresada en el culto, pero sobre todo de su poder sobre los dirigentes. En el mismo espíritu se expresa el papa presente, Benedicto XVI, en el campo de Blonia en Cracovia, hablando a los miles de jóvenes: Muchas veces Jesús es ignorado, es escarnecido, es proclamado rey del pasado, pero no del hoy y mucho menos del mańana; es arrumbado en el armario de cuestiones y de personas de las que no se debería hablar en voz alta y en público (Cracovia, el 27 de mayo de 2006). Pensando de una manera verdaderamente evangélica y patriótica, me doy cuenta que nuestra nación también está amenazada en su existencia.
Hace 50 ańos se suprimían de las iglesias los cuadros de Cristo Misericordioso, en el nombre de la pureza del culto Divino y de la protección de la Iglesia contra su pretendido descrédito por la introducción en el culto de unas ideas enfermizas de una cierta monja. Hoy ella, Santa Faustina, es subida en los altares y los peregrinos del mundo entero vienen a la Basílica de la Misericordia Divina. Se está cumpliendo la predicción hecha por Jesucristo a Santa Faustina que antes de venir como Juez Justo, vendré como Rey Misericordioso /Diario, 82/.
No tengo duda ninguna que la historia va repetirse, a la gran vergüenza de los adversarios de la enseńanza de la Iglesia, los del interior como los del exterior, la enseńanza expresada por ejemplo en la encíclica Quas primas de Pío XI de 1925. Rozalia Celakowna también será venerada como santa y en la Plaza Mayor de Cracovia o en otra parte en Polonia habrá un monumento de Cristo, Rey de la Polonia. Habrá la guardia de honor sin cesar delante este monumento y cada nuevo presidente, primer ministro o mariscal del parlamento inaugurarán su poder allá. Otras naciones seguirán los pasos de nuestro país, salvándose así de la perdición total. Las naciones que no lo hacen, desaparecerán de la faz de la tierra. Polonia también es amenazada por el destino semejante, si no lo hace. El drama de la segunda guerra mundial hubiera podido ser evitada, si solamente el Primado Cardenal August Hlond con el gobierno habían realizado la entronización de Cristo en la nación polaca. Primado estaba bien informado de todo eso y sin embargo no empezó esta obra de la entronización, a pesar de todos los consejos del Seńor Jesús dados por su Sierva Rozalia Celakowna.
El presidente, el parlamento y el episcopado que no lo hacen, pueden compartir con la Nación el destino del rey Estanislao Poniatowski que era el primero (¡y al mismo tiempo el último!) rey que se ha negado a rendir el homenaje a la Madre de Dios Reina en Jasna Gora. Hay límites de la paciencia de Dios que no se pueden pasar rechazando por la 83 vez la orden de Cristo, dado por Pío XI y de otra manera por la Sierva Rozalia Celakowna. La peste de nuestra época es así llamado laicismo (…) Comenzaron por privar Cristo de su poder sobre todas las naciones (…) Hoy cuando m a n d a m o s que el conjunto de los católicos venere Cristo bajo el nombre de Rey, consideramos que esto es uno de los mejores medicamentos para nuestra época (…) Más se olvida en un silencio infame el nombre dulce de nuestro Salvador, en asambleas generales o en parlamentos, más fuerte hay que glorificarlo predicando por todas partes los derechos de su dignidad y gloria Real.
Los grandes de este mundo tienen miedo de la entronización de Cristo Rey, porque ella comienza el nuevo orden del mundo, la época del Espíritu Santo.
Sr. cura, dr. hab. Natanek Piotr
Máster de teología santa
Doctor de ciencias humanas
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